Los bomberos de Protección Civil de Cuenca llevan tras ellos incontables rescates y situaciones de las que han salido victoriosos y orgullosos
El rojo de los camiones destaca sobre el gris ceniza del suelo del patio. A pesar del llamativo amarillo y naranja fosforito de los trajes, los ojos no se pueden despegar de los peculiares y distintos vehículos que componen la flota del parque de bomberos. Los dos garajes albergan desde el más antiguo, al todoterreno más nuevo. Con un total de once vehículos y una media de 25 años de antigüedad, los bomberos de la ciudad de Cuenca se desenvuelven en todo tipo de situaciones con la ayuda de estos vehículos. Tras seis años reclamando un vehículo 4x4 a la Diputación Provincial, en junio de 2018, consiguieron que sus exigencias se escuchasen.
El parque no es muy grande, pero está dotado al completo. Las instalaciones van desde un amplio y equipado gimnasio, a un aula para la formación y clases teóricas. En las que dan prácticas o refuerzan algunas técnicas de trabajo. Como las realizadas casi semanalmente, sobre cómo debe ser su intervención en accidentes de tráfico. En esta pudieron reforzar la manera de sacar a personas atrapadas en coches, de una forma rápida y segura. Sin olvidar los despachos, la cocina y los dormitorios. La planta superior conecta con los vestuarios de la planta inferior mediante una barra, por la que bajan en los casos de emergencia. Cada uno tiene una taquilla de la que por la mañana sacan la “ropa de sucio”, el uniforme utilizado en incendios y en días de frío. El equipo que deben de llevar obligatoriamente para las emergencias está compuesto de una linterna acoplada al casco, walkie-talkie, guantes y botas de seguridad, además del traje necesario.
El protocolo de actuación es muy estricto. “Durante los segundos que transcurren entre la alarma y una vez que te dan la orden, el corazón y el cuerpo entero te da un vuelco. Estamos preparados, pero siempre tienes algo de miedo, a pesar de que sabes en que esto es tu trabajo”, explica el cabo del cuerpo de bomberos, J.C. Aguilar. Junto a la orden va un código específico de cada emergencia, los bomberos que deben actuar y con qué vehículo hacerlo. “Gracias a la orden se te pasa el susto del cuerpo, o no, pero sabes directamente como tienes que actuar”, añade Aguilar. La tensión hasta el lugar del suceso va en incremento "Cuando vas camino de una emergencia voy pensando en qué me voy a encontrar, que es lo que vamos a ver y cuál es la situación. Lo que más se genera es incertidumbre, porque no hay dos intervenciones iguales y no sabes cómo se va a desarrollar”, declara uno de los componentes de cuerpo de bomberos.
La puntualidad y seriedad de estos hombres a la hora de realizar las tareas diarias denota la dificultad y sacrificio de este trabajo. Pero a pesar de la formalidad que demuestran, también hay espacio para risas, anécdotas y desconexión. Este cuerpo ha estado en el foco de diversas polémicas en los últimos años, debido al convenio no acordado con el expresidente de la Diputación de Cuenca, Benjamín Prieto. El cual vulnera sus derechos laborales y fundamentales, recogidos en el artículo 37 de la Constitución Española. Asimismo, estos han tenido que hacer frente a diversos despidos, que han conllevado un gasto a Diputación de alrededor de 40.000 euros. Además de un traslado de un bombero a 120 kilómetros y la imputación de supuestas faltas graves a 13 de estos.
A pesar de todo esto, ellos piensan que es un trabajo muy bonito y bien reconocido por la sociedad. Sin dejar a un lado las críticas que también reciben. “Hay personas que en determinadas situaciones han demandado ayuda del servicio de bomberos y una vez que hemos hecho la labor, están agradecidos por ello. En cambio, hay otras que solo ven que tienes un trabajo fijo, que te permite tener cierta calidad de vida, poder compaginarlo con la familia y que piensa que eres un privilegiado, que trabajas poco y ganas mucho. Salvo esas excepciones, si es un trabajo que está bien valorado.”, así lo explica Poli.
La incertidumbre es la protagonista diaria de este trabajo. Salir de su casa sin la firmeza de saber en qué situación pueden verse envueltos, si les hará pasar un mal trago. Es un trabajo de vocación por ayuda a la ciudadanía, en el que ningún día es igual al anterior. El compañerismo también rodea las paredes del parque de bomberos, pasando a ser una familia, y esta su casa. “Hay muchas ocasiones que nos pasan cosas graciosas. Como el día que una mujer mayor nos llamó a las once de la noche porque veía una luz por la ventana, o las veces que nos llaman para bajar gatos de los árboles, son situaciones que parecen de broma.”, añade J.C. Aguilar con una sonrisa. El riesgo también juega un papel importante, muchas veces se han visto en situaciones muy difíciles, en las se jugaban su integridad física, sobretodo en incendios en viviendas. Muchos de ellos dicen que si han temido por su vida a lo largo de los años que llevan de servicio.
A pesar de ser un trabajo bien valorado desde el punto social, económicamente no es lo mismo, ellos lo dicen y hacen hincapié en que es así. A esto se le añade las diversas dificultades a las que han tenido que hacer frente en los últimos meses, como un aumento de horas de guardia y un recorte en plantilla. A día de hoy continúan las obras del nuevo parque de bomberos en Priego, el cual será un refuerzo para los bomberos de la capital. Ya que si los bomberos de la ciudad salen de esta para cubrir otras emergencias, Cuenca se quedaría desprotegida el tiempo que ellos estén en la emergencia. El nuevo parque cubriría 42 municipios y contaría con 12.720 metros cuadrados según el Boletín Oficial de la Provincia.
Uno de los mayores retos que se encuentran en su día a día es a nivel psicológico, debido a que muchas situaciones pueden llegar a afectarles mucho más de lo habitual. Como ejemplo ponen un accidente de tráfico que hubo en los alrededores de la ciudad, en el cual fallecieron la abuela y una de las hijas, mientras la madre y la hija mayor sobrevivieron, tras una colisión del coche en el que viajaban contra un camión. “Al volver de esa emergencia había un silencio sepulcral, nadie decía nada y todo eran caras largas. Hubo un compañero que no pudo dormir en tres días, porque cada vez que cerraba los ojos, veía el accidente.”, cuenta Chema, mientras todos sus compañeros están en silencio.
“Tampoco es plato de buen gusto los accidentes de algún conocido, porque luego la familia te pregunta y no puedes parar de pensar en que podría haberte pasado a ti”, continua. “A pesar de que son cosas desagradables, sabes que es tu trabajo y que vas a ver este tipo de cosas, es inevitable. Tienes que acostumbrarte a ello y estar concienciado de que a cualquier persona le puede pasar. Llega un momento, que con el tiempo y los años te vas acostumbrando y tienes que aprender a desconectar, aunque es inevitable no llevarte las cosas duras a casa, hay que evitarlo, pero es que también tenemos nuestro corazón y somos personas.”, finaliza, con un silencio que se prolonga durante unos segundo por parte de todos los allí presentes.
Por lo general todos coinciden en que lo mejor de este trabajo es la recompensa emocional que obtienen una vez que han rescatado a alguien o han hecho bien su trabajo. “Sabes que cuando suena la alarma te vas a enfrentar a una pérdida, o personal o material.”, comenta Eugenio. Sus caras van cambiando a lo largo de las preguntas, pero se puede ver en ellas una gran amabilidad y honestidad. Todo lo que dicen, lo sienten y eso lo acaban transmitiendo. No todo el mundo podría desempeñar este trabajo con tanta alegría y motivación. Es un trabajo duro, sacrificado, pero a la vez, muy gratificante. Dejan su huella en las personas a las que socorren. No todos los héroes llevan capa, es cierto, algunos llevan cascos y chaquetas ignífugas.
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